https://orcid.org/0000-0003-1074-1569

Researcher ID: ABA-5701-2020

Introducción.

Las preguntas que dirigen a este ensayo son: ¿Actualmente existe un desencanto acerca de las revoluciones sociales? ¿La concepción de Estado máquina surgido en el siglo XIX y sustituida por el Estado de Derecho ha superado definitivamente la historia de las revoluciones sociales en la narrativa de la poshistoria? Al respecto se hace una reconstrucción teórica desde dos posturas filosóficas hasta ahora escasamente valoradas como son las de Karatani y Calasso para definir el concepto de límite de una civilización como el capitalismo.

Primero, se reconstruye el argumento del concepto de repetición con dos contrastes de revolución: revolución política y revolución social; segundo

Reconstrucción del argumento.

Desde la Revolución Francesa el vocablo revolución arrojó una serie de narrativas para identificar a la historia con la emancipación de un sujeto político. Fueron muy pocos los filósofos del siglo XIX que hablaron de los dobles, entre ellos Marx y Toqueville quienes identificaron dos tipos de revolución: la revolución política y la revolución social bajo el concepto de repetición. Fue Marx, según Karatani, quien propuso originariamente dos bandas de repetición.

Siguiendo al autor japonés cada banda o ciclo de repetición tiene una duración de 120 años tomando como origen la Revolución Francesa de 1789 considerada como revolución política que explicarían los movimientos de emancipación política de las repúblicas nacientes, sobre todo en América Latina.

Mientras que las revoluciones sociales o revoluciones de masas que tienen por origen la lucha de los derechos laborales de 1848 continúan hasta identificarse con los movimientos de minorías sociales. Así, 1789-1917 se consideran revoluciones políticas o democráticas que terminan en tratados de pacificación tras un periodo de guerra y hostilidades entre naciones beligerantes. Por el contrario, los ciclos de revoluciones sociales 1848-1968 describen las luchas por los derechos sociales y democráticos. La idea central de los ciclos recursores detectados por Karatani es que no surgen simultáneamente, sino que acontecen a la mitad de cada ciclo y se corresponden con el desarrollo del capital en sus faces industrial, de consumo y de circulación que inician una etapa superior del capitalismo: de la fase imperialista al capitalismo regional y por último a un capitalismo global multiétnico y pluricultural dominado por las transnacionales y los consorcios del capital financiero.

No obstante, se advierte que Karatani no da cuenta específicamente de la idea de límite, sino que el símbolo de ciclo le permite dialectizar las fases del mercantilismo y sus metamorfosis en cuanto capital industrial, capital de consumo y capital de circulación. Sin embargo, es una lectura muy sutil y sofisticada no advertir sobre la idea de límite que subyace en cuanto proceso capitalista dominada por la tradición marxista occidental.

Uno de los errores del marxismo occidental fue identificar el ciclo de revolución social con la idea de proceso capitalista. Fue Calasso quien propuso la superación de esta idea errónea que tanto afectó a la lucha de los movimientos sociales después de la posguerra.

Entiéndase con esta palabra [proceso] lo que Adorno-Horkheimer llamaban Aufklärung, Nietzsche Nilismus, Heidegger Nilismus y Metaphysik, Marx le llamaba Kapital, Monsieur Homail llamaba progres, Guéunon llamaba régne de la quantité, Freud llamaba Unbehagen der Kultur, y Spengler (así como Wittgenstein) llamaba Zivilisation. Y se trataba también del lento movimiento del absolute Wissen descrito por Hegel (“porque el ello debe penetrar y dirigir toda la riqueza de la sustancia”). Esto significa recortar dentro de la historia global una figura de la historia occidental, dentro de la cual se desarrolla una secuencia de hechos y transformaciones, en condiciones de laboratorio (Calasso, 2000, p. 224)

El marxismo europeo y las variantes de izquierda supusieron que estaban contribuyendo al límite del proceso capitalista con las luchas del movimiento social que deviniera en revolución social, cuando lo que más bien estaban contribuyendo era a la creación de derecho. Si se prefiere por un tipo de autorización de un Estado nacional consuetudinario que mudaba hacia un Estado de derecho y que aún sigue vigente hasta en tanto no comience y concluya un ciclo recursor de revolución política.

La riqueza de una revolución social consiste en la creación de derecho que ha beneficiado a los partidos de izquierda, sin embargo la paradoja es que la emancipación del trabajo impago sigue latente y forma parte de la idea de proceso con el que se narra un tipo de historia sobre la emancipación de un sujeto de poder que ha dejado de ser referente para la contienda electoral.

Esta idea peligrosa sobre una historia en proceso que acabe con el límite del capitalismo fue desarrollada por Calasso. Al examinar la idea de límite descubre las diferencias con la barrera establecida en los Grundrsse de Marx. Según Marx el capitalismo se desarrolla mediante un abatimiento de barreras nacionales, tecnológicas, científicas, financieras, jurídicas, educativas y supraestructurales. Al respecto, las revoluciones sociales acometen esta tarea. Sin embargo, dejan intacto al límite, ya que límite -según Calasso- es lo innombrable: lo que define un nuevo procedimiento, lo sagrado y lo divino como lo entendían los antiguos griegos.

Al respecto, dice el autor italiano, que Marx se dio cuenta de la diferencia entre barrera y límite; y que solo podía entender al límite en cuanto el derribamiento de una convención y un cánon, ya que la barrera solo tiene que ver con el obstáculo mientras que el límite denota un nuevo procedimiento.

Conectando la teoría de los ciclos recursores de Karatani, en lo que se refiere a las revoluciones sociales, se puede sugerir que lo que se alcanza a vislumbrar son movimientos ascensionales de barreras abatidas por el mercantilismo y sus diferentes mutaciones históricas que se ven coronadas por derechos de multitud y derechos de minorías, es decir luchas sociales en geometrías aplanadas -como sostienen Negri- de un estado que concede autorización de derecho. Tentativamente a este resultado de las revoluciones sociales se le puede asociar a los discursos sobre transformación que tienen lugar en las democracias occidentales.

No se puede sostener lo mismo en lo que se refiere a los ciclos recursores de las revoluciones políticas que tienen como origen el límite de la convención. Al respecto en el libro de La Ruina de Kasch sostiene Calasso que la ordalía de los estados absolutistas llegó a su límite con la institución de la convención de pueblo como sujeto de poder propuesto por Rousseau en el Contrato social. Solo se requiere la institución de una convención para que en tiempos de crisis vuelva a parecer la convención como origen del orden

. El resto de las repeticiones, son repeticiones de la convención a escala nacional o regional. De modo que lo que reafirman los ciclos recursores de revolución política es el origen de la convención pero también su límite, ya que cada revolución política extendiende a la convención hasta la economía.

Sin ser conocer del todo las posturas calassianas acerca de la repetición de la convención, Karatani advierte en Transcritica que la convención del dólar como origen de tesoro de reserva mundial se pone a merced de una sustitución por un tipo de asociación de dinero de reserva mundial que identifica con el Bitcoin.

Esta idea del autor japonés sugiere que en los tratados de pacificación en los que concluye un ciclo recursor de revolución política desaparece y se crean nuevas nacionalidades, así como también surgen nuevos organismos financieros que apoyan la idea de una sola moneda de reserva mundial.

Se puede decir que Karatani y Calasso casualmente coinciden en lo que se refiere a la repetición de la convención (nación y dinero), pero difieren en la precisión de la noción del límite que el autor italiano lo identifica con la sustitución. “(…) la sustitución tampoco está en la facultad de dar nombres (y con ello sustituirlos por las cosas), sino en aquella, irreductible y englobadora, de formar imágenes mentales; entidades visibles, ocasionales, no permanentes, estados de coenciencia que se superponen a lo que se percibe, o también lo sustituye, borrándolo.” (Calasso, 2000, pág. 114).

Si bien el tema de la sustitución no es central en Karatani, lo cierto es que se advierte, desde Marx, que el fundamento de la sustitución del dinero de reserva mundial en dólares (en cuanto dinero hegemónico y beligerante) se sustituirá por un dinero asociacional motivado por un principio pro hominem previsto por Marx en El capital.

El dinero de pesos, medidas y conversiones emitido por particulares que han dominado a los bancos de terciarización, a los estados y al crédito dejará de ser coercitivo en la imposición de un orden basado en la deuda ficticia. En esto consiste el límite de la convención de dinero de reserva mundial, allende a este límite se encuentra un nuevo procedimiento que surgirá a partir de límite del canon.

El canon que los ciclos de revolución social no han derribado es la exacción del trabajo impago. El canon de la producción capitalista: crédito, plustrabajo y plusvalor constituye la paideía de los ciclos recursores de revolución política sin los cuales no son posibles las mutaciones del mercantilismo a lo largo de la historia del capitalismo. De modo que resulta ilusorio suponer que una revolución social supere el límite del trabajo asalariado, sino que más bien le da continuidad a la superación de las barreras de las mutaciones del mercantilismo devenido en mercado global.

Una vez reconstruido el argumento podemos transitar al siguiente punto.

Estado como maquinaria de transformación.

Desde distintas perspectivas Mircea Aliade, Popper, Fujuyama, Lipovetski y Calasso plantearon el fin de la historia en cuanto narrativa en la que un sujeto político, en la medida en que se hace así mismo en el seno de la historia, contribuye a un proceso cuyo fin es transformar su realidad.

Al respecto, dice Calaso (2000, p. 277) “paradojas: para que todo fuera proceso, todo tenía que convertirse en cosa. Cosa es aquello que se puede disponer; proceso es una fuerza capaz de disponer de cualquier cosa. Y para que todo llegara a ser cosa, todo debía ser definible, delimitable, en fin separable del todo.” 

El problema de la idea de proceso es que termina cosificando a todo lo que está segmentado en forma de datos, cifras, grandes cantidades, secuencias aleatorias y ordenadas. Así, el sujeto político histórico -que alguna vez estuvo identificado con la clase trabajadora y con los ciclos de revolución social- fue subsumido por un estado transformador: un tipo de estado que al otorgar derecho a las minorías sociales las transforma en políticas públicas como resultado de una contienda electoral de los partidos políticos

Al respecto, C. Lefort decía que la democracia moderna había evolucionado en un sentido en el que el poder ya no estaba incorporado en ningún tipo de personalidad o sujeto político, sino que el poder al hacerse invisible, los individuos y los partidos políticos buscaban la autoridad. Parcialmente es verificable esta afirmación, sin embargo, dice Calaso que más bien lo que buscan los políticos son las transformaciones que se producen en un estado transformador de realidades en cifras y viceversa.

Las democracias modernas viven un auge del régimen de la cuantiticidad de las transformaciones verificables en la regencia de la imagen (imago) en donde predomina la oralidad en las redes sociales. Esto se caracteriza como crisis civilizatoria que tiene ante sí misma un tipo de límite entre la repetición de una misma convención y un canon que resulta insuperable desde los ciclos de revolución social.

El problema no es la estrechez de la mirada, es decir anular a los ciclos de revolución política, sino en concebir a un estado transformador como artífice de la historia de la cuantiticidad (régne de la quantité) en donde el mundo humano aparece como una imagen que crece y decrece según la medida de los flujos del capital.

Todo lo que frene o desvíe a estos flujos de capital obstaculiza y retrasa a las transformaciones que tienen preparados los estados, según agendas locales, regionales y globales. Como si se tratara de una sincronía perfecta entre los flujos de los capitales globales y los recursos financieros de los estados deben dar cuenta de un mundo en constante transformación de cosas y de percepciones de las cosas para dar cuenta de cambios y de reformas en términos jurídicos.

La oposición reforma-cambio es exclusiva del constitucionalismo burgués; “toda la política moderna está basada en un periodo más o menos estable debido a las reformas que mantienen los poderes del Estado” (Salazar, 2008: 77), el cambio se presenta como cambio exterior, cambio de fachada, de alternancia, mientras que al interior con sus correspondencias y analogías aparece la misma suciedad, la corrupción, sigue igual la no comunicación política-economía que pretende falsamente comunicar las variantes del constitucionalismo. La reforma-cambio psicológicamente representa lo mismo, la desunión consciente-subconsciente.” (Aguilar, 2016)

 

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